A mi me lo parecía así. Sara era blanca, cabello claro, corto, rizado, ojos café, tirándole a miel, pulcra, delgada, mas no flaca, aunque su falda escolar color rosa dejaba asomar unos carricillos con calcetas antes de la rodilla, era cercana, vivaz, sonreía contagiosamente -me contagiaba siempre- de una manera que era capaz de llenarte el alma. Cuando se tienen cerca de doce abriles y te da la impresión de que esto apenas comienza, todo pinta bien, y cómo no va a ser así, junto a una grata compañía el asunto se resume a “coser y cantar”.
Los vi a dueto en el unplugged de Tony Bennett, interpretando esta joya:
Moonglow
Juntos, en la secu 98, en nuestro primer y único grado, éramos dinamita. Desde que pasaba ella temprano a la esquina de la cuadra, cuando volvíamos jugueteando por el parque de la 55 y la 47, y se despedía en el mismo cruce matutino, hasta por la tarde-noche en que, terminando la tarea en su casa, ensayábamos flauta, íbamos a babosear a la ventana de una casa en la avenida 4, donde un cuarto estaba repleto con los juguetes de moda: “Avalancha”, “Lagrimitas” y “La máquina de raspados” de la marca Lili-Ledy, trenes Scalextric, bicis, juguetes “Mi Alegría”, y demás sueños; luego, nos hartábamos de golosinas (de las que ella vendía), reíamos a destajo de todas las cosas que suelen hacen reír a destajo a los grandes amigos. Al paso de unos cuantos meses, yo me despedía cada vez, cada tarde-noche, con una leve opresión en el pecho, una sensación extraña, de presagio, de pena.
Después, los escuché uno a uno
k.d. lang
Busy being blues
Shadowland
Tony Bennett (para mi, por encima de Sinatra)
I wanna be around
I left my heart
No pasó mucho tiempo para hacer cierta la sensación, terminando el primer curso en la secu, no apenas iniciaba el segundo, quienes dirigían los destinos en casa, me dieron la (in)grata: “nos cambiamos”; sin mucho preámbulo, de Santa Cruz Meyehualco a Iztacalco, en pleno apogeo de amistad, de ilusiones, de ajustes en lo que pintaba para caos. Fue uno de esos “golpes de conejo” que te noquean, de los que luego de un buen rato intentas levantarte a la cuenta de “ya valió madres”, se te hacen de goma las piernas, tambaleas, se te nubla el paisaje, el corazón.
De repente, instalado en “La 113”, turno vespertino, despertar con el chamuco antes de lo acordado: campales contra los del Bacho Tres, tiros a diestra y (mucha) siniestra, irse de pinta, cajetillas de Baronet, Sauza Hornitos, chavas, R&R, desmadre …bienvenido welcome; ¿qué estarás haciendo?, ¿con quién juegas?, ¿me extrañas?, yo sí, y mucho. Al cabo del tiempo, lo a veces espeso y deforme del pasado –de cierta forma- acaba sustituyendo al mundo y a quienes lo habitamos, ¿tú crees en eso Sara?; no te volví a ver.
Tony, más que cantante, refinado intérprete de jazz, rancio baladista, sin aspavientos, sonriente, contagioso –capaz de contagiar a k.d.-; por su parte Kathryn Dawn Lang, k.d. lang, multipremiada mujer canadiense, poseedora de una excepcional voz, decidió a bien colaborar con Tony. Ambos, bien cohesionados, han llegado a estos niveles:
Exactly like you
Hoy, cuando los escucho uno a uno, a Tony Bennett o kd lang, pero más como grandes cuates a la vez, cantando juntos, Tony y kd, o kd lang y Tony Bennett, anyway , al mismo tiempo, Sara pasa nuevamente su brazo sobre mi hombro, aprieta con sus largos y blancos dedos una de mis mejillas, me sonríe contagiosamente -lo cual me sigue contagiando-, me llena el alma aún cuando me dice: “¿o no “Coli-Colibrí”?, y volvemos a juguetear, a hartarnos de cosas dulces, a los doce abriles, a sonreír a destajo, a tener la impresión de que esto apenas inicia, es “coser y cantar”, bueno …a mi me lo sigue pareciendo así.