5.25.2011

Nostalsongs

“¡A caminar!/Panchito Morales.





…música ligada a su recuerdo”.

El maestro. Cuando niño -y ayudante-, al tiempo en que vertíamos la mezcla para una losa, para un piso, o simplemente luego de la acostumbrada sesión de enseñanza matemática y los consabidos jalones de orejas y coscorrones, “El Gran Pericay” –y su famoso remate bolerista: “baru baru baaa”-, “Delicados” sin filtro, lápiz en oreja y cuchara en mano, me contaba la historia del admirado hermano, los inicios de Panchito Morales allá en el viejo Coyoacán, en los salones de baile, de su trayectoria artística, éxitos, colaboraciones, las molestias, regaños por seguirle la pista llevando a escondidas a mi madre, para escucharle cantar, para bailar al compás de sones y boleros tropicales que él interpretaba; ¡ándale!, echa más agua de este lado.

Panchito Morales



Armonías extramuros. Diarios Falsetes, gorgoreos, vocalizaciones, mimi mimi mimi miiii, ¡Mela, más agüita caliente! Después del baño tempranero, al afeitarse, lo escuchaba trepado desde la barda contigua, haciendo gala de destreza en eso del equilibrio, oculto tras el pino grande, el tío ejercitando la voz, la tía Güera (Mela, Carmela), diligente: aquí tienes. Del lado del equilibrista, ¡Ragazziano, ya bájate de ahí!, endino chamaco, ven a desayunar y a apurarte con la tarea, see, ya voy; y el mimi mimi mimi miiii haciéndome el día.

Panchito Morales



Señorones. El maestro Luis Ángel Silva, Melón (del conjunto Lobo y Melón), coincidió plenamente con la cátedra de El Gran Pericay, en las comunicaciones epistolares que me permitió por una larga temporada, evocaba al amigo: “…Lo conocí en 1947 cantando con el conjunto Kaunabá, de Pablo Roa, en el cabaret Victoria (ya desaparecido), que se ubicaba donde ahora está el Cine Cosmos. En el piano estaba Fayo Cabrera… una noche me encontré con la sorpresa de que ya Panchito había dado un salto enorme. Eduardo Periquet lo había incorporado a su conjunto, que actuaba en el Río Rosa. Allá ocupaba el puesto de Benny Moré, Vicentico Valdés, Kiko Mendive, Lalo Montané y otros famosos que Periquet había tenido como cantantes… durante su estancia con Pérez Prado hizo coro para Benny Moré en varios números, lo cual comprueba la calidad de sonero fino que por dueño tuvo a Panchito Morales. Este, su asere, formó pareja con Francesco (así solía llamarlo) durante un año en el conjunto de Periquet. También actuábamos los domingos en El Fénix. Nuestra amistad fue a prueba de balas, con base al respeto y admiración que siempre le brindé”.


La treta. La prima Bety se casa, en el salón, familias en cada sector, un grupo musical (des)amenizando al respetable, en el receso, amigo, por favor, podrías solicitar la presencia de un familiar de la novia ante los micrófonos, es el señor… una servilleta de papel y mi buen cálculo hicieron el resto. El tío al frente dirigiendo unas palabras a la pareja, antes de retirarse, señor Francisco los novios piden les dedique una canción (¡surprise!), al final, varias ovaciones y consecuencia: el asunto mejoró notablemente en integración y repertorio para entretener al respetable. Al tiempo, antes de su final partida, y una vez revelada la guardada osadía, aah qué tremendo Ragazziano, pero en qué lío me metiste, hijo, reclamaría cordialmente, pero sin dejar de pasar a la acostumbrada sesión de entonar conjuntamente a cappella “una que otra” de las favoritas.




Las voces, sus voces. De aquellas gratas ocasiones que nos visitó en casa, pasándole los respectivos saludos, del maestro Carlos Campos y su hijo, del maestro Melón, ¿y usted tío, a quién escuchaba?, ¿quién le gustó como cantante?, ¿con cuál se queda?, Vicentico, definitivamente Vicentico Valdés, y Cheo Feliciano, sí, Cheo, mmm, aunque más reciente, pero tiene ese sabor fino, se aparta de los clásicos, es grande, de los otros grandes; aah, viniendo de uno de los “otros”, pue’… Le decía “El Chato”, no cuñado, usted debió dedicarse más al bolero que al son y la salsa, lo suyo es el bolero tropical, ¡cómo va a cre’! –sonerísimo-, sí, ya lo creo.









Solía suceder. Por las noches, el radio y los cigarros sobre el buró, a tientas, El Chato extrae el encendedor de la cajetilla, sintoniza la estación a la vez que enciende un Raleigh en la orilla de la cama, aspira, sopla, se recuesta, espirales humeantes se pierden de a poco hacia la parpadeante bombilla, de nuevo aspira, descansa. Lo que para él pudieran representar imágenes casi imperceptibles, borrosas, sonidos que incitaban al reposo, a mi me daba la impresión que el radio proyectaba lienzos en los que se plasmaban grandes cantantes frente a uno de esos micrófonos antiguos, el radio emitía ayeres y más ayeres, fotos sepia, cachos de vida, nostalsongs les llamo, representaciones y canciones tatuadas a la retentiva. Así, me queda el antiquísimo radio esfumándose en el aire -y “al aire”-, allá va junto a Panchito y otros grandes, con música ligada a lo entrañable.


Panchito Morales










Sintonizando El Pornógrafo